MIS INVESTIGACIONES

TEATRO LA CANDELARIA:

la sátira como canal de evidenciación de problemáticas y actores preocupados por la realidad

 

Puesta en escena del teatro colombiano / Alejandra Marín

A lo largo del semestre nos hemos preguntado constantemente por la relación entre la sátira y las problemáticas sociales. Esta investigación nace de mi experiencia de entrenamiento de la técnica de Clown y de mi encuentro, a través de distintas obras, con el Teatro La Candelaria. Puntualmente, quiero enfocarme en Guadalupe años sin cuenta, una obra que, desde un punto de vista general, enmarca distintas preocupaciones de los colombianos. Guadalupe años sin cuenta nació de una posición innovadora, de una concepción particular sobre cómo hacer teatro y sobre las herramientas que, dentro de la creación colectiva, es posible encontrar para hacer teatro.

Hay algo distinto en las maneras en las que el grupo de La Candelaria crea y representa. Claro que hay un llamado a la consciencia, pero en cada una de sus puestas en escena veo presentes más de una voz, más de una opinión y más de un solo director. Percibo su trabajo como un verdadero movimiento que no existe para gustar o complacer, pues fue creado para pensar. Para analizar cómo el teatro o la mimetización funcionan para despertar una serie de interrogantes en el público, quisiera mencionar algo que aprendí durante mi formación en el arte del Clown:

Los graciosos y los tontos sagrados aparecen en las mitologías y en las poesías tradicionales de las civilizaciones de todo el mundo, en figuras tales como los dioses norteamericanos Trickster (el Gracioso) y Coyote, en el dios griego Pan, y en los clowns y tontos de Italia, Inglaterra y Francia en el Renacimiento. La sabiduría del tonto es un tema que fluye en toda la obra de Shakespeare. Los tontos, los graciosos, los bufones sagrados y también en cierta medida los chamanes, sirvieron en alguna forma como musas, canalizando la voz directa del inconsciente sin el temor a la vergüenza que inhibe a los adultos normales.  (Nachmanovitch, 1991, p. 64).

Esta cita, más allá de demostrar la presencia de los “graciosos” a lo largo de la historia, busca evidenciar que hay algo dentro de estos personajes que juegan con la comedia y se paran en la línea entre la ficción y la realidad. Escondidos detrás del argumento de que “sólo es teatro”, estos personajes parecen no demostrar de manera directa el problema al que aluden, pues no toman partido de manera clara ni dan una opinión contundente. Y sin embargo está claro que varias capas de sentido se ocultan bajo sus máscaras de bufón.

¿Qué pasaría si, por ejemplo, un actor que tuviese un cuerpo entrenado, un buen físico y una buena técnica no tuviera nada que decir? La construcción de sentido en escena no es sólo responsabilidad del director, esto lo noté al investigar el trabajo de Santiago García. Algo muy lindo de la creación colectiva es que no se puede trabajar con personas que desconozcan su actualidad. Para Guadalupe años sin cuenta los mismos actores recorrieron los Llanos Orientales e hicieron entrevistas, un trabajo de campo que sirvió para que ellos hicieran algunas muestras de esas historias que escuchaban. Sólo desde ese verdadero acercamiento se puede llegar a hacer una sátira consciente y precisa de lo que se conoce.

En Guadalupe años sin cuenta, el Teatro La Candelaria logra que varios sucesos nos lleven a la misma conclusión: que el Gobierno debió respetar la amnistía que le había dado a Guadalupe. Pero lo que me causa intriga es si nosotros, el público colombiano, somos conscientes de nuestros propios procesos históricos antes de verlos representados. Mejor dicho, me pregunto si acaso la ironía es una parte fundamental de que el pueblo colombiano se vuelva realmente consciente de sus problemas: parece que somos sordos, que no se despierta nada en nosotros, hasta que se usa la herramienta de la mímesis y un dispositivo narrativo se burla de nuestra situación.

Quisiera ejemplificar esto con una escena. Al leerlos, estos diálogos aparentan tener un tono profundo pero al mismo tiempo exagerado. En las representaciones que ha conseguido tener Guadalupe estos se interpretan de manera burlesca, hasta podría decirse hiperbólica. Su tono sarcástico es un comentario al lugar tan influyente y fuerte que puede tener la religión en la sociedad colombiana, una muestra de cómo esa fe que se profesa se puede llevar a distintos lados.

CURA

Hermanos  míos,  la  patria  está  de  luto.  Lloramos  con  inmenso  dolor  la pérdida de noventa y seis heroicos soldados que ofrendaron sus vidas enarcas de  una  Colombia  cristiana.  Sus  jóvenes  vidas  fueron  segadas  por asesinos a sueldo de una potencia extranjera, que ha convertido los Llanos Orientales en un río de sangre y de horror. Es el monstruo rojo, culebra venenosa  que  quiere  invadir  con  sus  ideas  las  mentes  sanas  de  nuestro pueblo,  telaraña  de  patrañas  y  traiciones.  Oigo  el  galopar  de  los  cuatro jinetes del apocalipsis en su trajinar de odio y violencia. Los veo galopar con  sus  capas  negras  al  aire  y  sus  espadas  sangrientas.  Escucho  sus risotadas  siniestras.  Vivimos  en  el  dolor  milenario  de  las  almas  del purgatorio que deambulan como fantasmas en oscuras tinieblas. Su mar de lágrimas es premonición de los días crueles que vendrán, si permitimos afianzarse sobre Colombia cristiana la férula de un Estado totalitario, que disfrazado de ideas liberales… (Señala a Armando. La esposa de éste da un sollozo y se abraza a él)… No es más que la tiranía de las estepas rusas. ¡Se  ha  abierto  la  boca  hambrienta  del  infierno!  ¡Maldición  para  los incrédulos, para los ateos! Hijos míos: Dios omnipotente nos ha señalado el camino. (Señala a Joaquín Robledo). Hoy recibimos a valientes jóvenes que  regresan  de  Corea,  donde  vivieron  horas  de  horror,  y  están  como siempre dispuestos a ofrendar sus vidas, su sangre, en la batalla definitiva que enfrentan los ejércitos de Cristo en la defensa de los derechos de Dios de la Iglesia. Hijos míos, no todo es tiniebla. Su Santidad el Papa, el Sumo Pontífice, nos ha escrito desde Roma el siguiente mensaje: (Saca un pergamino y lee mientras un monaguillo agita la campanilla y todos se arrodillan).  «Colombia  símbolo  sensum  et  vividum  religiositatis  et catolicitatis est. Religiosus animus sanctum at Quesada, Ojeda, Joane Reiet Belarcazare  qui  impulsioni  at  períuntur  portas  novo  mundo. Filii carísimi:  rogo  ad  vos  reconciliare  vestras  questiones  et  dificultates  ín oratione et penitentie, in vice cristiane vite. In nomine patrii et filii etspiritu sancti. Amen». (Da la bendición y se vuelve hacia Armando. Lo mira  fijamente.  Todos  miran  a  Armando. Pausa.  Armando  se  decide  a hablar y sube al estrado).

ARMANDO

Señores representantes del Gobierno, la Iglesia y las Fuerzas Armadas: el Partido Liberal no podía estar ausente en esta hora de dolor y angustia en que  se  encuentra  sumido  el  país.  Ante  ustedes  deseo  declarar  en  forma vehemente: el Partido Liberal, por su propia filosofía, confía más en los métodos civilizados y civilistas que en las estériles apelaciones a la fuerza bruta  que  nada  crea  y  todo  lo  destruye.  Somos  un  Partido  de  ideas, creemos  en  la  controversia  filosófica  y  de  principios.  Por  lo  tanto, rechazamos cualquier manifestación violenta, y más aún cuando se trata de envolver el nombre del glorioso Partido Liberal. En circunstancias tan infaustas  rendimos  el  más  emocionado  tributo  de  patriotismo…  a  la memoria de los jóvenes soldados cobardemente asesinados en los Llanos Orientales. Finalmente, queremos decir (señala a Joaquín Robledo) que vemos en las Fuerzas Armadas la defensa y la representación mismas de las instituciones democráticas. En manos de los soldados héroes de Corea está el que reine la paz. (Baja del estrado).

El ministro de Gobierno felicita a Armando. Las mujeres se abrazan con sonrisas en cámara lenta. Un monaguillo empieza a entonar el himno «Tú reinarás» y los demás se van sumando poco a poco al canto. Al comienzo el tono es angelical, luego se vuelve marcial, acompañado por el tambor, hasta que al final es furibunda marcha militar. Los monaguillos se dirigen al telón de fondo. Lo abren y aparece el Señor de Monserrate, el Señor Caído, como estatua en una carretilla adornada de flores. Dos soldados, veteranos de Corea, lo trasladan al primer plano del escenario, al lado de Joaquín Robledo.

 

 

 

Otra de las líneas narrativas de Guadalupe años sin cuenta es la historia de Jerónimo Zambrano y Joaquín Robledo. A los dos los afecta directamente la guerra, aunque la viven desde lugares distintos: Jerónimo habita un contexto de expropiaciones, secuestros y asesinatos en Colombia; Robledo, en cambio, es un soldado que sobrevive a la Guerra de Corea, logra ascender en el Ejército y es el “modelo a seguir” de un defensor de la patria, que mata a otros campesinos como él en nombre de su familia y de Dios.

El hecho de mostrar la guerra desde distintos puntos de vista demuestra que el enemigo muchas veces no es quien creemos y no es como nos lo pintan, es más: en ambos bandos hay personas con familia e historias de vida. Creo que durante muchos años fue justamente esto lo que no podíamos ver: que quien se arriesga y muere es el pueblo, aunque quienes pueden hacer un cambio verdadero son los dirigentes del país. Esto se refleja en estas líneas entre Jerónimo y Robledo, que son verdaderamente potentes:

JERÓNIMO

¿Y de dónde es su persona?

ROBLEDO

Pues… del Tolima.

JERÓNIMO

Se me hacía. Yo también. ¿De qué vereda?

ROBLEDO

(Sonríe). De El Limón… ¿Conoce?

JERÓNIMO

Claro, a todos. ¿Y su familia?

ROBLEDO

De los Robledos… De El Limón.

JERÓNIMO

Liberales, ¿no?

ROBLEDO

(Mira precavido hacia el lugar por donde salió el Sargento). ¡Todos! (Se acerca a Jerónimo).

JERÓNIMO

¿Y qué hace aquí entonces?

ROBLEDO

Ya lo ve… pagando servicio.

JERÓNIMO

Y usted, siendo liberal, ¿cómo se aguanta que lo maten a uno por liberal?

ROBLEDO

Pues… estoy recién entrado.

JERÓNIMO

Oiga, Robledo, si usted es liberal, ¿por qué no me ayuda a escapar?

ROBLEDO

¿Cómo se le ocurre, hombre? ¿No ve que después me joden? (Mira hacia la puerta).

Puedo reconocer una suerte de intención brechtiana en la decisión de nombrar un lugar específico de Colombia ―la vereda El Limón en el Tolima, que fue una sede importante de la resistencia civil―. La mención de un lugar geográfico real establece una conexión directa y empática con el público, le ayuda al espectador a reconocer que la obra no habla de algo ficticio: esto fue una realidad y, a veces, lo sigue siendo. Aunque la presenta de un modo cómico y quizás pasivo, esta obra representa la historia de un país. Más que eso, da cuenta de una postura, es una demostración de cómo “los de arriba” ponen al pueblo en contra del pueblo.

Guadalupe es un gran ejemplo de lo que se debe buscar al hacer teatro. Más allá de lo que es visible en escena, a la obra la sustenta una investigación enorme y rigurosa. El hecho de que lograra ser tan reconocida en el teatro colombiano se debe al equipo de personas que la construyeron, que fueron capaces de encarnar y demostrar lo que no se ve en noticias o periódicos. El Teatro La Candelaria no busca sólo hacernos reír. Ellos buscan que veamos lo que pasa y que tengamos frente a ello una posicion crítica; la sátira es una de sus herramientas.

Este estudio del grupo de La Candelaria me deja muchas enseñanzas, muchos cuestionamientos que quiero abarcar al momento de hacer teatro y de entrenarme. Ser actor es un camino que requiere de entrenamiento, conocimiento y concientización, de nada sirve buscar fama o creer que basta con cultivar un buen físico. Ser actor es uno de los oficios más hermosos. Me gustaría cerrar con esta cita del maestro Santiago García:

Unos actores que no solo tengan una formación técnica (de voz, de cuerpo, de conocimiento, de método de trabajo), sino que además de esas disciplinas tengan una formación intelectual, cultural, que los capacite para trabajar en el nuevo tipo de teatro que estamos haciendo, que es el teatro colectivo. La creación colectiva requiere de un actor que tenga bases intelectuales que le permitan aportar al máximo a la creatividad del espectáculo. Se requiere un actor que sepa dramaturgia, que sepa como [sic] tomar datos de la historia para después transformarlos en obras de teatro; que se pueda integrar a los equipos de investigación de la realidad, que sepa de sociología, que sepa de poética, que conozca [de] semiología […]. Este actor debe tener una formación política, debe conocer dialéctica, en fin, todos los elementos necesarios para el análisis de la realidad. Una formación muy compleja, es decir, muy humanística, que no se reduzca al aprendizaje mecánico y alienado para ponerse al servicio de la televisión, de la radio, de determinado sector, que inevitablemente conduce a un sistema capitalista de explotación, es decir, que serán nuevos hombres de teatro que por su formación, su concepción de la realidad, escapen de la explotación y del yugo a que puede ser sometido un artista, y al revés se vuelva un elemento positivo en la transformación de la realidad de nuestros pueblos. (García, 1976).

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Referencias

  • Aldana Cedeño, J. (2018). El teatro De Santiago García (Primera edición). Editorial Pontificia Universidad Javeriana.

  • Esquivel, C. (2014). Teatro la candelaria: Memoria y presente del teatro.
  • García, S (1976) Diario de Oriente; 23 de mayo.
  • Nachmanovitch, S. (1991). Free Play: Improvisation in Life and Art.